Slim Customers

No es novedad que una banda venga de Londres, lo que es novedad es que viniendo de la capital, el sonido sea tan extravagantemente sucio, característica básica para entender a Slim Customers, los cuales tienen 1 LP conseguido a base de juntar canciones desperdigadas a través de los años, y 1 EP, "Mortlake Milk" y "Demon Piss", lanzados hace 3 y 2 años respectivamente, encerrando el primero una grabación en baja calidad para resaltar lo honesto de su propuesta, brillando con luz propia un rock ('A Girl That Can Kill') que tira hacia un garage vertebrado a través de la electricidad de las cuerdas, divulgando también un blues añejo ('Pretty Girl') al que se le ve cómodo en esa faceta de distinguirse del hilo del disco, ya que rápidamente vuelven al lugar del que nunca debieron salir con 'Living In Paradise', menospreciando el oído humano para su propio regozijo ambiental, un prank en toda regla que necesita salvaguardar su integridad del rock de los 70's con el que empiezan a mover las caderas, refinamiento hipnótico que se repite en 'Train Song', aunque aquí son los 50's los que rigen los movimientos endiablados del cuerpo, lo que en 'Crowd' se transmite al cuello gracias a esas baquetas que sostienen en alto el discurso del mismo, donando para la ciencia el grunge que 'Slow' va soltando en píldoras controladas por el sistema médico, recetado una de ellas por álbum, así que con ese digusto, 'Vinegar' enferma del corazón y se desmotiva a tumba abierta, resaltando la puta vida  que los bajos fondos del garage le hacen llevar, y aunque la cosa debería cambiar, 'Just In Time' se enclava en la miseria de The Parrots y una Australia ficticia, que no le ponen la suficiente garra como para salir del hoyo cavado por ellos mismos.

Sin fuerzas seguramente, su mini álbum salió a la luz unos meses después con todavía cosas que decir, o berrearlas en el caso de 'Think Fast', con la actitud de los de Madrid intacta, pero con la piel de cordero clavada en el ultratumba de las frecuencias, vibrando por si solos y por la ola por la que surfean, atravesando 'Sweet' de lado a lado el dilema de si seguir por la misma línea o dar un golpe de timón, optando por lo segundo, poniéndose más caballerosos a los vocales, respetando las zonas de confort cordales para mancharlas lo más mínimo del infernal noise que la electricidad estática atraía a su ser, poniendo al resto la piel de gallina, siendo los HACHE, esos que se abren sin ningún miedo, y casi en acústico, en la canción que da nombre al disco.